domingo, 7 de noviembre de 2010

Una rebanada de la vida.









“El trastorno límite de la personalidad (TLP) o borderline se caracteriza primariamente por la desregulación emocional, pensamiento extremadamente polarizado y relaciones interpersonales caóticas. El perfil global del trastorno también incluye típicamente una inestabilidad generalizada del estado de ánimo, de la autoimagen y de la conducta, así como del sentido de identidad, que puede llevar a periodos de disociación”.

Borderline personality disorder, Creative Commons y GFDL.

Un objeto corto punzante se desliza a través de la piel. Dependiendo de la presión que se ejerza varía la profundidad del corte. Y en el transcurso de un par de segundos la sensación de desahogo emana como el fluido que paradójicamente nos mantiene vivos. El resultado queda expresado como una marca de eterna duración.

Estas marcas o hablando claramente cicatrices son el reflejo de un acto ritual que puede tener múltiples interpretaciones; una visión habitual, reflejo de una sociedad acostumbrada a interpretar los actos que no entiende como enfermedad. O Por otra parte existe la visión del “practicante”, el cual realiza este acto como reflejo de una necesidad ya sea por sentir un dolor purificador o por el simple acto de marcar el cuerpo por gusto.

Cuando vemos una persona con tatuajes, quizás por su alto grado estético o por su masificación cultural, no nos sorprendemos. No obstante, no se alcanza a comprender que tras este acto estético existe un ritual similar al ejecutado por el “prácticamente” del acto borderline.

Profundizando más en el tema “Body Modification” nos encontramos frente a las escarificaciones, un acto visualmente grotesco y a la vez estético/armónico. El cual consiste en generar formas a través de la eliminación de fragmentos de piel, los cuales dejaran una cicatriz en relieve.

Si comparamos este acto, “escarificación”, frente al acto borderline nos enfrentamos a la amplia variante del prejuicio. El alto grado estético juega un rol fundamental en esta variante.

Una forma generada a conciencia y configurada frente a una cicatriz creada a partir de un acto que podría entenderse como descontrolado.

La situación planteada por el primer caso provoca un sentimiento negativo pero aceptado, que podría argumentarse basándose en la estética de ésta. En cambio la cicatriz resultante del corte autogenerado: Irregular en su totalidad, provoca un sentimiento de rechazo total. Este sentimiento es generado por la moral social/cultural la cual considera estos actos como reflejo de un problema que se entiende como enfermedad. Sin embargo está claramente puede comprenderse como tal. Como el reflejo y el medio para expresar las emociones que de otra manera generarían un mayor daño.

Esta visión, limitada, no logra comprender el acto ritual que esta práctica, le ofrece a su ejecutor. Un acto consiente, una forma de visualizar una sensación, una emoción o simplemente una idea. La cual quedara expresada eternamente en la piel del ejecutor.

Cuando nos planteamos el “por qué” de la disyuntiva estética concebida a partir de la diferencia entre una cicatriz controlada y una cicatriz autogenerada, tenemos que lograr entender la amplia visión que puede tener la mente humana.

El ejecutor del acto borderline no entiende este evento y su consecuencia como algo de que deba ser escondido, pues este no es reflejo de un acto inconsciente, que podría inclusive llegar al suicidio, sino por el contrario, como la expresión visual de un momento del tiempo que quedara expresado en el cuerpo.

El acto borderline, ya sea entendido como una enfermedad reflejo de la depresión, de una forma de llamar la atención, como un acto masoquista o simplemente como una forma de marcar el cuerpo, no se debe tratar de entender ni comprender, pues este es reflejo de las distintas formas de concebir la mente humana.

Romina Pacheco Guzmán